jueves, 27 de octubre de 2011

NUEVA VIDA (4) India

Tenía mucho tiempo hasta la salida del avión, ya que salía a las 11.30 de la noche. Así que me fui a un hotel cercano, que me recomendaron en el aeropuerto. Cogí una habitación y fui a descansar.

Cuando llegué a la habitación, tiré la bolsa de viaje y me tumbé en la cama. La bolsa se empezaba a quedar pequeña, por que entre regalos y cosas que había comprado no tenía sitio. No pensaba hacer tantos viajes, pero solo se vive una vez y, si no lo hago ahora, que tengo la oportunidad, no lo haré nunca.

Cuando me estaba quedando dormida sonó mi teléfono. Era Silvio. Supuse que quería saber dónde estaba. Esperé unas horas. Primero descansaría un poco y después lo llamaría.

Después de un largo y reparador sueño de cuatro horas, me levanté con un hambre feroz. Llamé al servicio de habitaciones y pedí algo. Cuando ya tuve el estómago lleno llamé a Silvio.




- ¡Hola! ¿Dónde estas?
- Hola Silvio. De camino a mi nuevo destino.
- ¿Te has marchado sin despedirte de mi? ¿Por qué?
- Pues por que ya hemos vivido las experiencias que teníamos que hacer juntos. Ahora, cada uno seguirá su camino. Sabes que no tenemos futuro. Y no me gustan las despedidas. Prefiero que sea así, sin lloros, abrazos y promesas que no se cumplen.
- Pero yo quería darte un último beso.
- Guárdalo para la chica que te robe el corazón.
- Pero tú me lo has robado.
- No. Yo no te he robado nada. Lo sabes. Además sabes que con lo que tengo no podemos estar juntos. Hacernos ilusiones para solo unos meses. Lo siento, pero no. Quiero seguir explorando mundo y mi interior. Quiero saber quién soy antes de morir.
- Entonces....¿ No nos volveremos a ver nunca?
- No creo. Pero sí podemos llamarnos y hablar. Si algún día pasa algo intentaré que te avisen. Adiós Silvio. Gracias por este viaje tan bonito. Gracias por enseñarme sitios tan preciosos.
- Gracias a ti, Sara. Por ser una persona con una sonrisa tan bonita. Adiós.

Después de hablar con él sentí que me quitaba un peso de encima. Creo que me estaba dando cuenta de que no tener pareja no significa estar sola en el mundo. Hay mucha gente, gente que conocemos, amigos, familia,... Pero, ¿Y toda esa que todavía no conocemos? Estamos rodeados de personas, pero no nos paramos a ver lo que nos pueden aportar en la vida.

En Brasil conocí a una pareja maravillosa que me enseñó a no tener miedo. También conocí a tres chicos estupendos que me enseñaron que, aunque no tenían nada, nunca perdían la sonrisa. Y aquí en Cuba conocí a Silvio, una aventura amorosa, que me enseñó a vivir la vida cada minuto haciendo lo que me gusta.

No sé qué me enseñará la India. Lo que estoy segura es que será algo nuevo, bonito y lo más importante, algo que me cambiará la vida.

Salí del hotel con tiempo de llegar al aeropuerto de Varadero. Allí pasé el control y me compré otra bolsa de viaje, un poco más grande. La mia la dejé allí.


Llegué a Delhi cansada, enfadada y con hambre, después de tantas horas de vuelo. Menos mal que estuve hablando con una familia muy simpática que me dijo donde ir al llegar a Delhi.

Cuando llegamos me despedí de ellos y me fui a la salida del aeropuerto. Seguí a la muchedumbre hasta llegar a una especie de autocar que te llevaba a la ciudad. Cuando llegué a la ciudad pregunté por un hotel que me habían recomendado. Estaba en el centro de la ciudad, perfecto para poder moverme por aquellas calles.

No había visto tanta gente en mi vida. No podía creerme lo que veía, la pobreza, la suciedad, el olor. Estaba totalmente sola y medio perdida en un país que no conocían mi idioma.

Por suerte hablo algo de inglés, aunque reconozco que estoy un poco oxidada por no usarlo.

No tenía por qué preocuparme. Seguro que todo saldría bien, pensé.

Llegué al hotel que me habían dicho, entré y pedí una habitación para unos días. Estaba ansiosa por dejar las cosas, ducharme y comer algo. Pero el mundo se me cayó a los pies en el momento en que me dijeron que no habían habitaciones disponibles. En ese momento me entró el pánico.

Tuve suerte. La gente del hotel al verme la cara de desesperación y con ganas de llorar me dieron la dirección de otro hotel que estaba a dos calles de allí. Un botones se apiadó de mi y decidió acompañarme.

Él en su inglés y yo en el mío, nos entendimos. Me dijo que el hotel al que iba no era tan lujoso como aquél, pero que seguro me gustaría. Yo pensaba que mientras tuviera una habitación y no me comieran los bichos, el hotel sería estupendo. Llegamos en nada, le dí las gracias y se marchó a su hotel. Entré, rezando para que me dijesen que sí tenía habitación.

¡Sí tenían!, menos mal.

El hotel, como me había dicho aquél chico no era nada del otro mundo, pero estaba limpio, que era lo que a mi realmente me importaba. Me fui a la habitación, me duché y pedí algo de comer. No iba a salir del hotel en todo el día. Quería descansar, pero me dí cuenta de que no tenía un mapa de la ciudad. Por suerte, en la recepción del hotel me dieron uno.

Volví a mi habitación con la idea de descansar, pero no podía dormir. Estaba nerviosa. Quería hacer excursiones, conocer gente, ..., pero había leído que no era muy recomendable que una mujer extranjera fuera sola por allí.

Como no podía dormir, decidí salir cerca del hotel. Seguro que encontraba a alguien que me pudiese ayudar.

Pero justamente en la puerta me choqué con un grupo de chicas, muy chillonas, que estaban entrando. Las escuché hablar y me di cuenta de que eran españolas. ¡que bien!, pensé.

Dejé que fueran a la recepción y se informaran de todo. Después, me acerqué a ellas, me presenté y les dije que acababa de llegar, que había hecho la locura de mi vida viajando a la India sin conocer a nadie y no sabía qué hacer en aquel momento. Creo que al principio me tomaron por loca, pero una de ellas me dijo que esa noche iban a cenar en el hotel y que al día siguiente querían ir a Agra, a ver el Taj Mahal. Les pedí acompañarlas en su viaje y ellas aceptaron encantadas, pues tenían pagados cuatro billetes de autocar con guía y eran tres, pues una de ellas no quería ir. Así que solo tuve que pagar el precio de un billete de autobús.

No quise quedarme a cenar en el hotel. Cuando iba de camino al hotel con el botones, éste me dijo de un sitio que se comía muy bien. No era un sitio muy turístico, así que podría estar tranquila.

El restaurante era pequeño. Por suerte el hijo del dueño hablaba inglés. Me ayudó a elegir algo para comer y me pedí un té para beber. No había probado nada como aquello. Estaba exquisito. El té me sentó de maravilla.
Mientras cenaba estuve ojeando una guía que las chicas me habían prestado sobre qué hacer o qué visitar en la India.

Menos mal que siempre llevaba conmigo una libretita pequeña. Allí me apunté donde ir los días que estuviese allí. No tenía tiempo que perder.

Al día siguiente me levanté muy temprano. El autocar venía a buscarnos a las 8.30 de la mañana. Allí estaban las tres chicas, me dijeron que su amiga seguía durmiendo. No entendía como una persona podía estar en un país como la India y quedarse en el hotel.

Me subí al autocar con las otras chicas y viajamos 200 kilómetros hasta Agra. Cuando llegamos cerca del Taj Mahal empecé a ver colas de gente por todas partes. Gente, gente y gente.

Me explicaron que el acceso es muy límitado y que si no lo sabes te puedes quedar sin entrar al templo. Por suerte, ellas tenían pagada su entrada al guía y yo les pagué la mía. No tuvimos problemas para entrar.

Ni en mis mejores sueños podría haber imaginado algo tan bonito. Según había leído era un monumento por el amor que sentía el emperador por su esposa, que falleció cuando daba luz a su décimo cuarto hijo.

Según nos explicó el guía antes de entrar era un ejemplo perfecto de varias arquitecturas (islámica, persa, india, turca). Yo no sabía nada de este monumento, solo había visto fotos de él.

En mi vida anterior, estas cosas me parecían que era perder el tiempo, pues no necesitaba saberlas para vivir mejor o peor. Que equivocada estaba.

Al ver este sitio, al ver el amor de este hombre por su mujer, algo en mi saltó y dio un vuelco. Ver como el amor puede mover a la gente a hacer algo tan precioso que pase el tiempo y siga en pie era, simplemente, precioso.

Les dí las gracias a las chicas y desaparecí del grupo. Volvería con ellas a Delhi, pero sabía que se marcharían tarde.

Necesitaba estar allí sola. Necesitaba recorrer todo el palacio, pero sobre todo, lo que necesitaba, era mi soledad.

Puede que os parezca un poco tonto o incluso patético que una persona quisiera estar sola en un sitio como aquél. Pero yo soy así.

Estuve paseando por el palacio toda la mañana. Mirándolo todo, viendo a la gente, observando sus caras, sus reacciones. Imaginándome el amor y el dolor que estas paredes guardaban.

Un hombre se me acercó. Me dio una flor y me sonrió. Era mayor, calvo y llevaba una túnica. Pensé que tendría que ser un monje. Cogí la flor. Una flor lila que no había visto por ninguna parte. Desprendía un olor fresco, pero que nunca había olido antes. Metí la flor dentro de las páginas de mi libretita para que se secara y poder conservarla.

El lugar me enamoró perdidamente. Pero tenía que marcharme. Tenía que coger el autocar con todo el mundo. Justamente me encontré con una de las chicas mientras salía del templo. El guía les había dado una hora libre para recorrer el monumento o hacer lo que quisieran. Ya casi había pasado la hora. Así que fui con ella hasta el autocar.

De camino al hotel lloré. Lloré por que nunca volvería a ver algo tan bonito. Nunca podria volver a estar en el Taj Mahal.

Ellas me preguntaron por mi tristeza. No quería explicarles lo de mi enfermedad. Así que les dije que me había emocionado poder ver el Taj Mahal.

Cuando llegamos al hotel nos despedimos del guía. Pero antes, le enseñé la flor que aquél hombre me había dado. Le expliqué como pasó y él me miró asombrado. Me constató que había sido un monje y que solo regalaban algo si veían a alguien especial entre la muchedumbre.

¿Algo especial?, pensé.
Me dijo que son budistas que van al templo para que la gente les dé dinero, comida, .... Como ofrendas. Ellos recogen lo que les dan, rezan por ellos y se marchan. Nunca se paran y menos regalan flores. Por que las guardan celosamente, hasta que alguien tiene un aura especial, tiene "algo", que no me pudo explicar. Concluyó diciéndome que tendría que sentirme afortunada. Por que la paz espiritual que ellos podían tener era inmensa, y seguramente con ese gesto quiso darme parte de ella.

Cené con las chicas. Me habían invitado a un restaurante cerca del hotel, al ver mi reacción. Se lo agradecí y acepté encantada.

Me lo pasé muy bien. Las chicas me contaron que eran de Córdoba. Nunca habían salido de España y ese era su primer viaje, "solo chicas". Habían elegido la India por que uno de sus maridos les dijo que no se atreverían a ir a un lugar como aquél. Y ahora se daban cuenta de que era lo mejor que podían haber hecho. Les conté que yo era de más al norte, que era de Madrid. Que había decidido hacer un viaje que me cambiara la vida. Al principio no lo entendieron. Pero decidí explicarles parte de la historia. Les conté como era yo, la hormiguita trabajadora, que nunca salía, ni se divertía. Les conté que el día que cumplía 35 años se me encendió una bombilla en mi cabeza. Tengo 35 años y no he vivido nada. ¿Cuándo lo haré?. Así que decidí hacer un viaje. Les conté parte de mi viaje por Brasil y por Cuba y la verdad es que ni yo me podía creer todo lo que había hecho.

- Mañana iremos por Delhi a conocer la ciudad. He hecho una ruta y me gustaría que nos acompañaras.
Acepté encantada y quedé con ellas en la entrada del hotel a las 9 de la mañana. Pero esa noche fue nefasta.

Cuando fui a dormir me empezaron a brotar unos dolores enormes de los huesos. No podía moverme, no podía pedir ayuda. Los brazos no me respondían, las piernas tampoco. Solo sentía el dolor y no llegaba a mis medicinas.

Voy a morirme, pensé. Este es el momento, este es el lugar. Pensé que me quedaba más tiempo.
La noche fue larga y tortuosa. Casi no me moví, aunque intenté llegar al teléfono para pedir un médico. Pero fue inútil.

Al día siguiente, al ver que no llegaba, una de las chicas preguntó por mi habitación en recepción. Cuando llegó allí, chillé todo lo que pude para que entrase. Fue a recepción y pidió que abrieran la puerta. Entró rápidamente y le pedí que me alcanzara mi bolsa de mano. Allí estaban las pastillas.

- ¿Estas enferma?
- Sí.
- ¿Es grave?
- Sí.
- ¿Quieres que llame a alguien?
- No.
- ¿Quieres que me quede contigo?
- Si.
Se despidió de sus amigas y se quedó conmigo todo el día. Le pregunté por qué lo había hecho. Me dijo que Delhi no se iba a mover y que ella y yo podríamos ir al día siguiente a recorrer la ciudad.

Me preguntó por mi enfermedad y se lo expliqué todo. Cuando terminé, ella me dijo que yo tenía una fuerza interior muy grande. Que era muy valiente al dejarlo todo y recorrer mundo. Pero que también había sido muy cobarde en no decirle nada a nadie.

-¿Tu familia sabe donde estas?
- No. Creen que estoy en viaje de negocios. Los llamo, un par de veces a la semana, para que sepan que estoy bien.
- No se lo has contado a nadie. ¿Verdad?
- A nadie. No quiero que sientan lástima por mi. No quiero que estén llorando el tiempo que me queda. No les he dicho nada, por que quiero que sean felices.
- Ya....
- No lo entiendes. No estás en mi lugar.
- Tienes razón. No lo estoy. Yo seguro que me desmoronaría. No podría ser tan fuerte y hacer una cosa como has hecho tu. Yo preferiría que mi marido, mis hijos y mis padres supieran qué me pasa para que se acostumbren, se hagan a la idea, que mi madre me cuide, que mi marido no dejara de quererme. Lucharía todo lo que pudiese por quedarme con mis hijos todo el tiempo que pudiese.

Estuve tomando la medicación, pero el dolor no remitió del todo. No sentía las piernas y no sabía que iba a ser de mi. Hablando con ella me di cuenta que había sido un poco egoísta al no decirle a nadie lo que me estaba pasando y ahora, podía ser tarde y no se enterarían de nada.

Le pedí que llamara a recepción por que quería hacer una llamada internacional. Ella marcó el número de mi hermano.

- .....
- ¿Sí?
- Hola. Soy yo, tu hermana.
- ¡Hombre!, ¿qué tal?, ayer vi a mamá y me dijo que te habías ido de viaje de trabajo. ¿Dónde estas?
- Carlos. No me he ido de viaje de trabajo. Necesito hablar contigo.
- ¿Qué pasa?
- Carlos......
- Me estás asustando hermanita.
- Lo siento. No es mi intención, pero no sé como decirte esto.
- Empieza por el principio.
- Carlos. Estoy enferma, me estoy muriendo. Me enteré el día que cumplí los 35. Decidí dejarlo todo, dejé el trabajo, me fui de compras y luego a mi fiesta de cumpleaños. No le dije nada a nadie.

Seguí explicándole toda la historia de lo que me había ocurrido. Le expliqué lo que me contó el médico. Las pocas posibilidades de vivir y sus consecuencias. Le dije que nuestros padres no sabían nada. Le expliqué que me había ido a Brasil, para los carnavales, que terminé marchándome a Cuba y que de allí decidí irme a la India.

- ¿Y por qué me llamas a mi?
- No lo sé. Pensé en ti, por que eres la única persona que siempre ha estado a mi lado. A tu manera, siempre has estado ahí. Tú has sabido aprovechar tu vida al máximo y por que quería pedirte un favor.
- Dime
- Estoy en la habitación de un hotel en Delhi y no puedo moverme del dolor que tengo en los huesos. Los medicamentos no hacen su efecto y no sé cuanto voy a durar. Necesito que vengas, necesito que estés conmigo. Por favor.
-....
- ¿Sigues ahí?
- Sí. Estoy aquí. Cogeré el primer vuelo que salga hacia allí. Llama a recepción y que te lleven a un hospital.
- No te preocupes. Una chica muy amable me está cuidando. Te esperaré.

Después de hablar con mi hermano le di las gracias a Noelia. Así se llamaba la chica que estuvo conmigo todos esos días. Noelia me sonrió y me dijo que intentara dormir. Por primera vez en 24 horas cerré los ojos y dormí plácidamente.

Ella no se movió de mi lado en toda la noche.
Al día siguiente desayunamos las dos en mi habitación. Las chicas vinieron a verme. Pedí a Noelia que se fuese con ellas, yo estaba mejor, podía moverme, aunque lenta y ella no iba a sacrificar sus vacaciones.

Las chicas me tenían una sorpresa. Un coche estaba en la puerta del hotel, esperando a que bajáramos para llevarnos a dar una vuelta por la ciudad.

No me podía llegar a creer la gente tan maravillosa que había conocido. La gente del hotel me ayudó hasta llegar al coche. De allí nos fuimos a recorrer la ciudad.

Cuando llegamos al hotel estaba muy cansada, no quería comer. Solo tumbarme en la cama. Había disfrutado de aquel paseo. Pero me había cansado más de lo que yo pensaba. Dormí toda la tarde y toda la noche.

Al día siguiente, parecía que me encontraba mejor, el dolor iba desapareciendo. Aunque a veces, me daban achaques. Decidí levantarme de la cama e ir a desayunar al restaurante del hotel. Al pasar por recepción oí una voz que me era familiar. Carlos, mi hermano, acababa de llegar. Me senté en un pequeño sofá que había allí, pues las piernas me empezaron a temblar. No me había dado cuenta de lo mucho que había echado de menos mi casa, mi familia y a mis amigos hasta que lo tuve allí conmigo.

Cuando me vio soltó su bolsa de viaje y vino a abrazarme. Primero lloró y después me gritó. "Pero como has podido irte sin decir nada". "Mamá y papá te matarán cuando se enteren". "Menos mal que estás bien".
Despues de calmarse le invité a desayunar. Las chicas estaban allí, así que se las presenté. Le dio un gran abrazo a Noelia y le dio las gracias por haberme cuidado. Noelia se ruborizó.

Nos sentamos en una mesa aparte para poder hablar.

- Si ahora te encuentras bien, tendriamos que aprovechar para irnos al aeropuerto y coger un avión a casa.
- Lo sé. Pero no quiero irme sin visitar más sitios de la India. Estoy en un sitio al que no volveré, y quiero poder ver nuevas ciudades.
- Te entiendo, pero si te da un chungo, no estaremos en casa y puede complicarse las cosas. Además llamé a tu médico. Es genial que sigas teniendo el mismo médico de cabecera que mamá y papá.
- ¿Te dio el nombre de mi médico?
- Sí. Me dio su nombre y teléfono. Le llamé y me dijo que tenías que volver, que te tocaba revisión, que había estado consultando con otros médicos y que, a lo mejor, podían operarte.
- Ya...
-Por favor hermanita.... Hazlo por mi, por nuestros padres. Te prometo que después de la operación y todo te traeré a la India para que podamos ver todo aquello que quieras.
- Vale. Pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Que sea un viaje familiar.
- Hecho.

Después del desayuno me despedí de las chicas. Le di un beso a todas y les agradecí una y mil veces todo lo que habían hecho por mi. Les di mi número de teléfono y Noelia me dio el suyo. Recogí mis cosas y pagué la cuenta en el hotel. Pedimos un coche que nos llevara hasta el aeropuerto y el mismo director nos llevó.

Cuando llegamos allí, mi hermano se encargó de sacar dos billetes de ida a Madrid. Salía un vuelo cuatro horas más tarde.

Cogimos el avión.
Me despedí de la India y recordé el momento en qué el monje me regaló la flor. Lloré durante un par de horas. Sabía que no iba a volver.

Tuvimos un viaje largo, parecía que no iba a acabarse nunca. Aterrizamos de noche en el aeropuerto de Barajas. Allí mis padres nos esperaban.

Mi madre al verme me abrazó como nunca lo había hecho. Les pedí perdón por lo que había hecho y por lo que no les había contado. Nos llevaron a su casa y allí tuvimos una cena familiar, que hacía más de 10 años que no teníamos.

Al día siguiente ingresé en el hospital.

1 comentario:

  1. Patri me muero de ganas de que escribas ya la siguiente parte de la historia estoy enganchadisima en este capitulo me has echo hasta llorar asi que ya sabes escibe pronto.besos

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