jueves, 26 de abril de 2012

Suerte vuelve II... Cap 12

Ana se va con las chicas a tomarse otra copa a la plaza del hotel.
La cuatro, se sientan en la terraza y piden unos cócteles. Hablan durante más de una hora de sus vidas, sus hijos, sus matrimonios,... Intentando que Ana participe contando sus intimidades, pero ella sabe que es mejor contárselas al Diablo que a aquellas tres mujeres.

- Chicas, lo siento. Quiero descansar y estar perfecta para mañana. Yo ya me marcho a dormir.
- Claro. Nosotras nos quedaremos un rato. - Amanda fue a darle un beso para despedirse de su amiga cuando... - Por cierto, ¿dónde está esa niña...?, ¿cómo se llama? - Ella lo sabía, pero tenía que hacerse la interesante.
- ¿Jessica? - dijo Fabiola
- No. Jenifer. ¿qué pasa con ella? - contestó Ana
- Eso, Jenifer. Me parece extraño. Fran está en la mesa, con los otros hombres, me ha preguntado por ella cuando hemos pasado a saludar. Me dijo que no le había visto desde la cena y no ha estado con nosotras en todo este tiempo. ¿Qué raro, no?
- Yo la he visto - dice Cayetana, con voz inocente, cogiendo del brazo a Ana y susurrando. - Estaba en el aseo, y hablaba con alguien, pero no he podido oír bien la otra voz, creo que era un hombre.
- ¡Vaya! - dijeron las otras dos, con cara de sorpresa.
- Bueno. Eso es cosa suya. La verdad, es que poco me importa. - Y con esa frase, Ana se fue a dormir.



- Puede que ahora no le importe, pero pronto cambiará de opinión.
- Se lo tenemos que contar - Cayetana estaba preocupada por su amiga. Quería contarle la verdad. Aquel no era un buen hombre para ella.
- No. No lo haremos - Amanda quería jugar con ella.
- Pero...
- ¡Nada! -gritó, perdiendo la compostura - nos ha llamado amargadas, ¿verdad?, pues más que una cornuda como ella, que está ciega y no quiere ver nada  no seremos. Así se sentirá ella, traicionada, estúpida y mucho más, cuando hagamos que se los encuentre, en algún momento. Mañana puede ser un día perfecto o no...
- A ver - Fabiola intervino en la vendetta personal de Amanda . - Algo de razón tiene. Nuestras vidas son...
- ¿Son qué? - Amanda se ponía roja por momentos.
- Son mentira. Tu marido y tú lleváis más de seis meses que no dormís en la misma cama. Yo soy infeliz con el mío. Cayetana quiere a un hombre que siempre la deja en segundo plano, junto con sus hijos, que la tratan todavía peor.
- Lo sé. Pero ella no tiene por que burlarse de nosotras, de esa manera.
- ¿Cómo? - dijo Fabiola con ironía. - ¿Cómo nosotras hacemos con todo bicho viviente que se nos cruza?. La verdad es que el carma nos pasa factura.
- No digas tonterías. - Amanda se posicionó como la abeja reina, intentando que ninguna de ellas pensara por sí misma.

Los hombres no tardaron en llegar de la partida de póker. Los más mayores ya se habían retirado a descansar, con los bolsillos llenos de nuevos euros. Los jóvenes ahogaron su decepción con unas copas, en la plaza del hotel.
Fran llegó con Jenifer que, casualmente, había llegado a la partida poco después de que las chicas se fueran. Se despidieron y se fueron a dormir rápidamente, el novio, en cambio se quedó allí, con las arpías y sus maridos.

- ¿Estas nervioso por lo de mañana? - preguntó Amanda.
- No. Mas bien, tengo ganas de que llegue.
- Normal - Fabiola coge su copa, mientras roza la pierna de Alberto, - has hecho el mejor negocio de tu vida, con este matrimonio.
- No sé a qué os referís. - Alberto les miraba, sabiendo que nada bueno estaban tramando.
- Solamente, hemos dicho que es un gran negocio. Mujer de familia rica hace que muerto de hambre consiga su sueño. - Amanda fue mordaz.
- Codearse con la jet set - dijo Cayetana.
- Si la jet set, sois vosotras... - Alberto tenía la respuesta mejor preparada de la historia.
- Ten cuidado con lo que dices. Acuérdate que nosotras podemos ser malas, pero tú tienes las de perder si hablamos de lo que hemos oído en el baño. - Alberto se quedó blanco como el papel. - Será mejor que vayas a descansar. De repente se te ha descompuesto la cara.
- Sí. Será lo mejor. Buenas noches.

Alberto se fue de aquella mesa, sin saber que era lo que aquellas tres arpías le pedirían a cambio del silencio. Tenía que hablar con Ana, tenía que inventarse algo, para que no se creyese lo que ellas dijeran. Pero ¿qué?

Al salir del ascensor, Alberto vio una sombra. Se giró rápidamente y se encontró con Jenifer. 
- ¿Qué te pasa? - preguntó al verle la cara.
- No podemos volver a tener nada. No puedo arriesgarme.
- Ya veo. Tienes miedo. Pero no te preocupes...
- ¡Que no me preocupe! - Alberto estaba a punto de explotar. - Nos han pillado. Las arpías saben que estábamos juntos en el baño. Una de ellas nos oyó mientras...
- ¡No! - Jenifer se había puesto muy nerviosa, daba vueltas a su alrededor -, si Fran se entera será mi ruina...
- ¿La tuya? - dijo Alberto con sarcasmo. - Yo me caso mañana y todo se puede ir a la mierda. ¿Me entiendes?
- No pasará nada. - ella intentaba serenarse, sin prestar atención de lo que le decía Alberto. - ¿Qué es lo que te han dicho, exactamente? - preguntó mirándole.
- Solo que nos habían pillado. Después me he marchado.
- Debes hablar con ellas. No puedes dejar que nadie se entere.
- Lo sé. Lo sé. Ahora me iré a la habitación. Ana seguro que me espera. Tengo que estar con ella.
- Sí. Yo volveré con Fran....

Alberto entró en la habitación. Ana estaba en la terraza, con un precioso camisón de satén negro y dos copas de champán. 
-¿Nos tomamos la última como solteros?
- ¡Claro! - Alberto estaba impresionado. Ana estaba preciosa con el camisón. Por primera vez se había quedado sin palabras. Le encantaba estar con Ana, era divertida, risueña, pero sobre todo dura, como a él le gustan. El problema era, que tenía un problemas con las faldas, le gustaban demasiado las mujeres y el dinero.
- He pensado que podríamos darnos un baño, a la luz de la luna y disfrutar de esta botella, antes de irnos a la cama. 
- Me parece bien. Pero antes, quiero hablar contigo. - Alberto sabía que tenía que inventarse algo contra las arpías, para que cuando estas explicaran algo, ella no les creyese. 
- ¿Ha pasado algo? - Ana se preocupó al ver la cara de su novio.
- Sí. Es sobre tus "amigas". 
- No creo que me sorprenda nada de lo que me cuentes. 
- Amanda se me ha tirado encima. -Alberto la miró a los ojos y la mintió.
- ¿Perdona? - Ana se dio cuenta de que sí había cosas que aún le sorprendían.
- Cuando ha acabado la partida, me la he encontrado. Se ha puesto a hablar conmigo. He querido ser amable. Me ha pedido tomar una copa y le he dicho que sí. Entonces, ha sido cuando me ha puesto una mano sobre la pierna y ha empezado a frotarla, pero de una manera....
- No hace falta que sigas.
- Cariño - Alberto estaba haciendo uno de sus mejores papeles. Le miró con cara de inocencia y le dijo - te juro que me he apartado de ella, pero me ha dicho que si no hacía lo que ella me decía, te calentaría la cabeza con tonterías... 
- Ya.... 

Ana sabía que Amanda era mala, la más mala de las tres arpías. Pero no podía llegar a creer, hasta donde llegaba su mala sangre. No quería que nada estropeara el día de la boda soñada. Así que le pidió a Alberto que no le dijese nada, que después de la ceremonia ya hablarían. Él se asustó, él no quería que hablaran, simplemente que ella no le creyese si le decía algo. Intentó disuadirla, pero Ana estaba convencida, después de la ceremonia tendría unas palabras con la máxima arpía. 

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Al día siguiente llegaba el gran día. Ana iba a tener la boda que siempre había soñado, con el hombre que quería. Solo una nube negra, llamada Amanda sobrevolaba su cabeza. 
No puedo entender como alguien puede ser tan mala...., pensó, mientras se miraba en el espejo. ¿Qué conseguirá siendo así?.

Tenía demasiado que preparar para preocuparse por Amanda. 
Alberto se levantó a media mañana, se tomó el almuerzo con ella y se despidió hasta la hora de la ceremonia. 
Antes de decirse adiós, volvieron a hablar de Amanda y lo que Alberto le había contado. Para suavizar a Ana e intentar que todo le saliera bien, le dijo....
- He estado pensando en lo de anoche. Creo que exageré.
- ¿Que exageraste? - Ana no lo creía.
- Sí. Creo que Amanda se tomó alguna copa de más y no tenemos por qué tomarla en serio. 
- De acuerdo. Si tu lo dices.... - Ana estaba convencida de que algo había pasado. Pero no quería que nada ni nadie le estropeara el día. - No hablaré con ella si es lo que quieres. Pero si me dice algo, o me insinúa lo más mínimo no tendré piedad con ella. No se la merece.
- De acuerdo. - Alberto respiró aliviado. Se despidió de Ana y se fue a pasar el resto del día a la casita de sus padres y sus suegros.

A los cinco minutos de irse Alberto. Alex se fue con ella. 
- Hola - dijo al entrar en la suite.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó ella desconcertada.
- Nada. He pensado que no quería que pasaras estos momentos sola. ¡Qué mejor compañía que yo! - los dos se rieron.
- Parece que empiezas a saber cuando estar a mi lado. 
- Te noto preocupada.¿Ha pasado algo?
- Sí... - En ese momento Ana le comentó lo que Alberto le había contado de Amanda. 
- ¡No me lo puedo creer! - gritó Alex. - Será.....
- Déjalo. Dice Alberto que no merece la pena, y creo que tiene razón. 
-Ya... Pero harían buena pareja - dijo Alex sin pensar en Ana y su reacción.
- ¿Qué quieres decir? - Ana estaba ofendida -¿Buena pareja? ¿De qué? ¿De cómicos?
- Ana, - Alex intentó serenarla. - Sabes que te quiero como si fueses mi hermana. Quiero que seas feliz y si para ello te quieres casar con Alberto, yo no te lo voy a impedir. Tenlo claro. Pero ayer vi y escuché cosas que no me gustaron nada. 
- ¿Qué pasa? - parecía que aquel día no iba a ser como ella esperaba.
- Nada. Simplemente que vi a Alberto mirando demasiado a la novia de Fran. Se miraban se sonreían y vi un momento que ella le mandaba un beso. 
- ¿Cuando? - Ana alucinaba.
- En la cena, mientras tú estabas hablando con los padres de él.
- Pero eso no quiere decir nada. Puede que sea un tontería.
- A eso me refiero. Si tu crees en él y que se ha reformado. No quiero meterme. 
- Entonces. - Ana se levantó del sofá en el que estaba tumbada con Alex - Será mejor que empiece a hacer las cosillas. Quiero ir a mirar si van preparando todo para la ceremonia. ¿Me acompañas?
- Claro que sí. Para eso he venido.

Ana no quiso darle mayor importancia. Nada podía estropear ese día. Pero las palabras de Alex se habían marcado. Le hacía carantoñas Jenifer, él le sonreía. No quería pensar lo que no era. Al fin y al cabo, Alberto se había comportado desde su viaje. Había cumplido el pacto y Ana no podía ponerse histérica y celosa siempre que le viniesen con un chisme.

Si no confío en él, será mejor que no me case, pensó. 

El resto de la tarde estuvo demasiado ocupada con los últimos preparativos. 
Lo primero ver que todo estaba preparado para la ceremonia. En la playa habían colocado un arco blanco, Ana había pedido que lo llenaran de rosas rojas. En medio del arco una pequeña mesa, con un centro, también en rojo. 
Justo detrás de donde se pondrían los novios, habían puesto tres filas de cuatro sillas. Todas ellas cogidas por una cinta, también de color rojo. 

Al lado de donde se celebraría la ceremonia, habían montado una carpa. Donde habían colocado una mesa en forma de T. El dj que estaría amenizando la noche, habló con Ana sobre algunas de las canciones. Para aquella noche, Ana y Alberto bailarían un vals para abrir el baile. Para ello había elegido una canción que siempre le había gustado a Alberto, de Ana Belén, el hombre al piano.

Después de revisar todos los preparativos y cerciorarse de que todo estaba bien, se marchó con Alex a la habitación. 
Empezaba la cuenta atrás y se estaba poniendo muy nerviosa. Alex se cambió allí, con ella. No quiso dejarla en ningún momento. Cuando veía que iba a explotar, de los nervios, le contaba una historia o un chiste. Así ella se relajaba y seguía.

Por suerte, para peinarse terminó pronto. Ana tenía el pelo corto y simplemente se lo mojó, se puso algo de cera para levantar las puntas y una preciosa diadema de flores diminutas de color rojo, a juego con el bouquet de rosas.
Alex salió de la habitación para que terminara de vestirse. Justo en ese momento llamaron a la puerta. Eran los padres de Ana, ya preparados, junto con el fotógrafo del hotel que Ana había contratado. 

Cuando salió de la habitación, Alex se quedó boquiabierto, sin palabras. Su madre sonrió al verla tan hermosa y su padre se emocionó de tal manera, que por primera vez, Ana lo vio llorar. 
La novia llevaba un precioso vestido de corte sencillo y romántico, con escote de palabra de honor con dos tirantes caídos, con la espalda medio descubierta. Se le marcaba su esbelta figura. El vestido tenía personalidad propia, como ella. La falda tenía tejido de ganchillo y le hacía juego con el fular de crochés que llevaba en los brazos. Para hacerlo más bonito, llevaba un fino cinturón de marcramé, de cintura baja.
En los pies, no llevaba nada más que una preciosa flor en el tobillo izquierdo y las uñas pintadas.

La gente ya estaba esperando a la novia. Todo estaba a punto. La madre de ella y Alex se sentaron junto a los invitados. En ese momento, Alberto empezó a escuchar la canción de Bryan Adams, (Everything I do) I do it for you.
Ana entró del brazo de su padre, justo en el momento que ella quería el atardecer. El sol desaparecía tímidamente, como si quisiera ser testigo de aquella unión, para dejar paso a los protagonistas de la noche, la luna y las estrellas. Los invitados iban vestidos tal y como la novia lo había pedido. Ellos con pantalones y camisas de lino. Las mujeres con vestidos cortos, de colores vivos y todos descalzos.

La ceremonia duró un suspiro. Cuando quiso darse cuenta, ya habían pronunciado los votos, puesto los anillos,.... Ana estaba radiante aquella noche.  Cuando Alberto la vio llegar se emocionó. Supo que era ella la mujer de su vida, no podía dejarse llevar por los calentones que le entraba cuando veía a una jovencita.

Cuando terminó la ceremonia, se dieron un largo beso en los labios. Su primer beso, como marido y mujer. 
La gente de la playa pedía hacerse fotos con los novios, sobre todo con ella. Ana no dejaba de sonreír y se hacía todas las fotos que pedían. 
Después se fueron a la carpa. La cena estaba servida. Los mejores platos, preparados por el mejor chef de la cadena hotelera, que había venido expresamente, para cocinar en la boda de Ana y Alberto. 

Después del postre. Ana y Alberto se fueron a la pista de la carpa. La gente que estaba en la plaza del hotel podía oír como empezaba el baile de los novios. Cuando sonaron los primeros acordes de la canción Alberto se emocionó. Ana se había acordado de la canción. 

Tonto, más que tonto. Por lo que hice ayer he estado a punto de perderla. Tengo que hablar con las arpías. ¡Dios! estoy enamorado de Ana. No quiero perderla, Alberto no dejaba de pensar en qué podía hacer para arreglar lo que hizo sin que nadie se enterara. Sobre todo Ana. Lo que él no sabía era que Ana tenía la mosca detrás de la oreja desde que Alex le contó lo de sus miradas. 

1 comentario:

  1. O_O

    ¡¡A cuadros me he quedado!! En el mejor momento no te asustes jejejeje. ¿Y ahora qué? ¡¡¡Estamos en medio de un gran momento!!! Bueno ahora analicemos.

    Con amigas como las arpías ¿quién necesita enemigas? Cúbranse bien las espaldas. Ahora usar a las arpías para darle su merecido a Alberto... es genial. Y si con ello soy mala persona pues lo soy. Álex me parece un encanto, una persona auténtica y muy leal con los suyos. Un cielo.

    Mención a parte el momento "Alberto, después de todo, tiene corazón". Que en la historia está muy bien, bravo Pati. Ahora bien, no me lo acabo de creer que tenga corazón, más que nada porqué hasta ahora no es que haya demostrado tener uno.

    Así que felicidades de nuevo por hacer unos personajes tan creibles y tan cercanos. Suena a tópico lo sé, pero es verdad. En mayor o menor escala todos conocemos a gente parecida a las arpías o Alberto, y gracias a Dios también tenemos a algún Alex con nosotros.

    Para acabar (antes de ponerme trascendental) solo añadiré "para quitarse el sombrero Pati". Me encanta. Y por supuesto queremos más. Si no te has dado cuenta, ¡¡ahora más que antes necesitamos el siguiente capítulo!! Sin presiones eeeeh. Jajajajajajajaja.

    Muchos ánimos y sigue así.

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